Resumen del 2018 ciclista (II): Los monumentos

La emoción inigualable de las carreras de un día en las que no se puede dejar nada para mañana, piedras y muros con ecos de historia y de ciclistas legendarios, el color y el calor de aficiones que veneran el deporte de la bicicleta, la titánica lucha por la supervivencia que antecede a la lucha por la victoria... Todo eso encierran los cinco monumentos del ciclismo, las grandes clásicas, las que tienen más historia, más grandeza, las que cada año regalan momentos únicos


La fiesta comienza con la Milán-San Remo, la Classicissima, la madre de las clásicas. Allí la victoria suele estar reservada para hombres rápidos, aunque a veces salta la sorpresa. Y es lo que ocurrió este año, cuando un inmenso Vincenzo Nibali se exhibió en el primer monumento del año. Todo lo que hace El Tiburón encima de una bicicleta tiene sabor a ciclismo añejo, a ese que deslumbraba al joven Vincenzo cuando su padre le enseñaba cintas antiguas del Giro. Así creció la pasión del ciclista italiano del Bahréin-Merida y así se convirtió en el excepcional corredor que es hoy. Más allá de su palmarés, espléndido, lo que cautiva de Nibali es su forma de entender este deporte. Única. Indomable. Siempre al ataque. 

Nibali fue también protagonista del segundo monumento del año, el Tour de Flandes, aunque nada pudo hacer el ciclista italiano ante el poderío del Quick-Step Floors, que a partir de este año se llamará Deceuninck, por un cambio en el patrocinador principal. Niki Terpstra hizo bueno el inmenso dominio del conjunto belga en la carrera, conquistando en solitario su segundo monumento, después de la París-Roubaix que ganó en 2016. Fue un triunfo sensacional en una clásica en la que Iván García Cortina formó parte de la escapada y en la que el ciclista asturiano se consagró como un corredor a tener en cuenta en las carreras de un día. Se dio el lujo de pasar en cabeza por el mítico Kapelmuur. 

La sucesión ritual de monumentos, siempre invariable, sitúa la París-Roubaix después del Tour de Flandes. La prueba, también conocida como el Infierno del Norte, tuvo como vencedor a un enorme Peter Sagan, quien destrozó la carrera con un ataque lejano, a más de 50 kilómetros del velódromo de Roubaix. Desde 1981 un campeón del mundo no ganaba la París-Roubaix. Entonces lo hizo Bernard Hinault. Lamentablemente, la clásica también dejó una pésima noticia, la peor posible, con el fallecimiento de Michael Goolaerts, de 23 años, tras sufrir un paro cardíaco durante el transcurso de la carrera. 

Bob Jungels ganó el cuarto monumento del año, el último que se disputa en la primavera. Se impuso con autoridad en la Lieja-Bastoña-Lieja, una carrera en la que el Quick-Step dio un auténtico recital, ya que supo jugar sus distintas bazas. Su teórico jefe de filas era Julian Alaphilippe, pero al final quien se marchó en solitario por delante y logró la victoria fue el holandés. Alejandro Valverde perseguía ganar otra vez la carrera e igualar a Merckx en número de victorias en la cita belga, pero no lo consiguió. Vigiló cada escapada, pero no pudo saltar a todas. El año que viene vestido de arcoíris tendrá otra oportunidad. 

Thibaut Pinot fue, sin duda, uno de los corredores que más en forma terminó la temporada. Venía de ganar dos etapas en la Vuelta Ciclista a España, pero aún tenía en mente objetivos importantes. Sobre todo, el Giro de Lombardía, donde conquistó en solitario y a lo campeón su primer monumento. El ciclista francés fue el amo y señor de la clásica de las hojas muertas, llamada así porque se disputa en otoño, a diferencia de los otros monumentos. Un ataque de Primoz Roglic a 50 de meta resultó decisivo. Ahí entraron también Vincenzo Nibali y Egan Bernal. Pero Pinot impuso su estado de forma para conquistar una de las victorias más importantes de su carrera. 

Mañana: Otras carreras. 

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